23/02/2017

Cada día existe mayor evidencia de la influencia que tienen los hábitos nutricionales sobre el estado general del individuo. Se estima que el 70% de las enfermedades que afectan al ser humano tienen su origen en una alimentación deficiente, y que el 50% de la mortalidad general tiene relación directa o indirecta con factores nutricionales. Somos lo que comemos, y el sistema visual no es una excepción. De hecho, estadísticas recientes ponen de manifiesto que alrededor del 80% de las alteraciones oculares se pueden prevenir.

Desde el punto de vista de la salud ocular, los trastornos en la dieta pueden influir tanto por exceso como por defecto. Así, es conocido que el déficit de vitamina A puede derivar en ceguera nocturna, y el de vitamina B2 en fotofobia, alteraciones corneales y neuropatías ópticas. De la misma manera, una ingesta excesiva puede ser el punto de partida de determinadas enfermedades como la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y la hipercolesterolemia, que pueden repercutir negativamente en nuestros ojos acelerando la progresión de determinadas afecciones oculares.

Teniendo en cuenta estos datos, parece razonable la idea de que una alimentación equilibrada y variada es de vital importancia para garantizar un adecuado funcionamiento de nuestro sistema visual. Estudios recientes han podido demostrar el efecto protector del consumo de vitaminas, antioxidantes y otros micronutrientes en diversas patologías oculares, como las cataratas, el glaucoma, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y el síndrome de ojo seco

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