17/05/2017

Departamento de Anestesia del Centro de Oftalmología Barraquer.

Médico licenciada en Anestesiología y Reanimación. Inició su carrera profesional en el Hospital Santa Anna (Como, Italia). En 2008 se trasladó a Barcelona, y desde entonces ha trabajado en diferentes centros y clínicas de la ciudad.

La medicina es una vocación. Para algunos existe desde una edad muy temprana, y a otros les llega más adelante. ¿Cómo fue en su caso?

Sinceramente, la medicina en sí nunca me había interesado particularmente durante mi juventud. Mi pasión tendía más hacia las artes y la literatura, y a lo largo de mis estudios tomé la vía de humanidades. Tampoco tenía médicos en la familia, así que por esa parte no había presiones.

En Como, Italia, donde nací y viví gran parte de mi vida, tenía un primo diez años mayor que yo con distrofia muscular. Pasaba mucho tiempo con él, viendo cada día como diferentes profesionales médicos lo cuidaban, le hacían la fisioterapia y le ayudaban a estar lo más cómodo que podían.

Esto me hizo desarrollar un interés profundo por la profesión de médico, que me permitiría dedicar mi vida a ayudar a personas con enfermedades y discapacidades, tal como lo hacían los médicos que cuidaban y trataban a mi primo.

 —Una vez terminada la carrera, ¿cómo llegó a decidirse por especializarse en anestesia?

No me la había planteado realmente como especialización desde un inicio. Una vez terminada la carrera de medicina hacíamos rotaciones en diferentes departamentos, y una parte que me llamó la atención era la cirugía general, en específico la cirugía de mama, ya que en aquella época se hablaba mucho del ganglio centinela.

Desafortunadamente, las posibilidades no me permitieron especializarme en cirugía general, lo que me llevó a trabajar durante un tiempo para el servicio de urgencias de la “Guardia Medica” en un pueblo llamado Dongo.

—Así que anestesia tampoco era tu segunda elección…

La verdad es que, excepto cirugía general en su momento, no tenía nada claro qué especialización quería hacer. Tenía más claro las que no me interesaban, y estaba dispuesta a considerar las oportunidades que se me ofrecieran. Por ejemplo, en Dongo, como he dicho antes, trabajaba con el servicio de urgencias y reanimación de la “Guardia Medica”, y esa experiencia me llevó a especializarme en anestesia.

—¿Cómo fue eso?

Dongo es un pueblo de montaña muy peque- ño al norte del Lago di Como, donde hay casas a las que solo es posible acceder a pie, y en esa época no había transporte de ambulancia en helicóptero. Una noche recibimos una llamada de un accidente en el que un hombre se había caído del techo de una casa alejada del pueblo y tenía un grave traumatismo craneal.

La casa estaba en uno de esos puntos a los que no podían acceder vehículos grandes, así que cogimos el material necesario, andamos dos horas hasta el punto del accidente, y tras realizar los primeros auxilios al paciente volvimos caminando otras dos horas con el paciente hasta las ambulancias. ¡Y todo esto bajo la lluvia!

—¿Pudisteis salvar al hombre?

El hombre se curó, y la historia del rescate salió en el periódico local, lo que llamó la atención del jefe de médicos de la “Guardia Medica” que me ofreció participar en un concurso para formar parte de su equipo médico como anestesista.

—Imagino que aceptaste.

¡Efectivamente! Acepté y gané el concurso, y acto seguido me fui a Roma donde completé la especialización en anestesia. Poco más tarde, mi vida personal me llevó a Barcelona.

—¿Cómo llegaste al Centro de Oftalmología Barraquer?

Me enviaron una oferta del Colegio de Médicos para trabajar de anestesista en un centro de oftalmología, pero no ponía el nombre del centro en cuestión.

Cuando llamé para informarme, lo que me convenció enseguida para aceptar el trabajo fue leer sobre la rama de la Fundación Barraquer que se había creado (de forma independiente) a partir del centro, y la enorme labor humanitaria que lleva a cabo la Dra. Elena Barraquer en países subdesarrollados. La idea de (quizás) tener la oportunidad de poder colaborar como médico voluntario en algún momento era exactamente lo que encajaba en mi mentalidad de ayudar a las personas.

—¿Se cumplió tu deseo?

He tenido la enorme suerte de poder colaborar con la Fundación Barraquer, trabajando como anestesista en diferentes países africanos: Mozambique, Kenia, Marruecos, Angola, Níger, Bangladesh, Malawi y Ruanda.

 —¿Cómo fueron las experiencias con la Fundación Barraquer?

Intento participar en el máximo número de expediciones porque sin duda han sido algunas de mis mejores experiencias. Considero que mi forma de ser está hecha para trabajar con la Fundación Barraquer. Ayudar a curar aquellas personas que no tienen recursos me da la alegría para superar las horas de trabajo.

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