Bajo rendimiento escolar

23/12/2021

Se estima que un 20% de la población infantil tiene algún problema visual. Esta cifra podría seguir aumentando en los próximos años debido al incremento del uso de la visión cercana, provocado especialmente por el empleo de dispositivos electrónicos, cada vez más presentes en nuestras actividades diarias.

Como consecuencia de esto, los problemas visuales no corregidos son una causa frecuente de falta de atención en clase, retraso en la lectoescritura y descenso en el rendimiento escolar. Muchos alumnos son tachados de malos estudiantes cuando en realidad esconden un defecto visual no diagnosticado. Según datos recientes, alrededor de un 30% de los trastornos de aprendizaje derivan de dificultades originadas por problemas oculares no diagnosticados.

Maduración visual

La maduración visual requiere de un largo aprendizaje que se inicia en el nacimiento y culmina aproximadamente a los 8-9 años de edad. Lo que no aprendemos a ver en la infancia no se va a recuperar posteriormente en la edad adulta. Es por ello, que en caso de que exista patología ocular, resulta fundamental llevar a cabo un diagnóstico y tratamiento lo más precozmente posible, ya que más allá de esta etapa puede ser irreversible.

Una de las dudas más recurrentes de las familias es cuándo llevar a los niños a una primera revisión ocular. La doctora Idoia Rodríguez Maiztegui, oftalmóloga pediátrica del Centro de Oftalmología Barraquer, recomienda que “tras una primera valoración llevada a cabo por el neonatólogo o pediatra en el nacimiento, es alrededor de los 2 años cuando se recomienda realizar un examen ocular completo por parte del especialista para evaluar el segmento anterior y posterior del globo ocular, detectar posibles defectos de refracción y descartar la presencia de estrabismo u ojo vago. Si existen antecedentes familiares de patología ocular o derivación por parte del pediatra, es conveniente realizar la revisión con anterioridad. A partir de este momento, y aunque no exista sintomatología, lo ideal sería realizar una revisión anual hasta los 8 años, momento en que finaliza el aprendizaje visual. Posteriormente podemos espaciar los controles bianualmente hasta alcanzar la mayoría de edad”.

Más allá de las revisiones periódicas, la doctora Rodríguez Maiztegui también recomienda una serie de pautas generales para mantener una buena salud ocular en los más pequeños y reducir las posibilidades de desarrollar algunas patologías: “Trabajar con luz, preferentemente natural, en un ambiente ventilado, cuidando la postura corporal y la distancia del ojo al papel, realizar descansos periódicos, utilizar el modo noche en las pantallas e intentar no abusar de dispositivos electrónicos”.

El incremento del uso de pantallas digitales en los últimos años ha repercutido negativamente en nuestra salud visual. Según la doctora Rodríguez Maiztegui, la clave para evitar sus efectos negativos es la limitación de su uso: “Deberíamos evitar que los niños de menos de 3 años utilicen dispositivos electrónicos. Los niños de 3 a 6 años deberían usarlos un máximo de una hora diaria, mientras que de los 6 a los 16 años el tiempo máximo debería ser de 2 horas, incluyendo descansos periódicos”.

Enfermedades y problemas oculares

De las enfermedades oculares que pueden afectar a los niños, destacan los defectos de refracción, ya sea miopía, hipermetropía o astigmatismo.

Otros problemas frecuentes entre los más pequeños son las anomalías estructurales del ojo, como la catarata congénita, la ptosis palpebral o las opacidades corneales, y el estrabismo. Todas ellas constituyen causas que pueden generar, en mayor o menor grado, un retraso en la maduración visual y por tanto ambliopía.

El Centro de Oftalmología Barraquer dispone de una guía elaborada por su Fundación para cuidar la salud ocular en la infancia. En ella se recogen una serie de pautas para la detección de problemas visuales.

Entre las principales manifestaciones que deben alertar a padres y educadores, destacan la visión borrosa, parpadeo constante, movimientos rítmicos de los ojos, cefalea y pesadez de párpados, picor y enrojecimiento ocular frecuente, que el niño se acerque mucho a los objetos o que sea incapaz de leer la pizarra, que incline la cabeza para fijar la vista o que tenga tendencia a desviar o guiñar un ojo. Todos ellos constituyen signos y síntomas que deben ser motivo para acudir a la consulta del oftalmólogo.

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