22/02/2022

Muchos padres con defectos de refracción (miopía, hipermetropía y astigmatismo) suelen preguntarse si sus hijos heredarán la misma graduación que ellos. Estudios realizados hasta la fecha reflejan que existen diversos factores que influyen en la aparición de los errores refractivos en la infancia, incluyendo causas genéticas (antecedentes familiares), factores medioambientales, sexo, raza y factores socioeconómicos.

A día de hoy continúa existiendo una gran controversia sobre el papel de los factores ambientales en el desarrollo de las ametropías. Este impacto parece ser mayor en el caso de la miopía, por lo que existen una serie de hábitos de higiene visual a tener en cuenta para intentar frenar la progresión de la misma:

  • Iluminación adecuada: la ausencia de luz parece jugar un papel importante en el desarrollo de la miopía según indican los estudios recientes, por lo que conviene fomentar las actividades al aire libre y mantener una buena iluminación, preferentemente natural, en espacios interiores.
  • Distancia de lectura: también tiene que ser adecuada (30-40cm), pues el trabajo prolongado de cerca, igual que la ausencia de luz natural, puede provocar una mayor progresión de la miopía. Además, el uso de la visión cercana supone un ejercicio de acomodación del ojo y la contracción continuada de la musculatura ocular, lo que aumenta el riesgo de fatiga visual.
  • Limitar el uso de pantallas: aunque es indiscutible la atracción de los más pequeños por los dispositivos electrónicos, el uso excesivo de los mismos tiene un impacto negativo sobre la salud ocular. Los especialistas recomiendan no hacer ningún uso antes de los 3 años y limitarlo a 1-2 horas diarias durante el resto de infancia y adolescencia. La guía Infancia y pantallas. Cómo cuidar la salud ocular en casa y en la escuela, publicada por Barraquer, explica a los padres cómo establecer los límites en el uso de las pantallas. Las actividades con este tipo de dispositivos disminuyen la frecuencia de parpadeo, pudiendo provocar también sequedad ocular, visión borrosa transitoria y fatiga ocular.

Estas recomendaciones son especialmente importantes en edades tempranas, ya que el desarrollo visual se inicia en el nacimiento y finaliza a los 8-9 años de edad.

Los defectos refractivos no se pueden prevenir, pero sí detectar de forma precoz. Cualquier patología ocular que provoque mala visión de uno o ambos ojos durante el período de aprendizaje visual, puede dar lugar a una ambliopía u ojo vago. Es por ello que todos los niños deberían realizar alrededor de los 2-3 años de edad un examen ocular completo por parte del oftalmólogo especialista, a pesar no presentar sintomatología. Las revisiones oculares periódicas, junto con las medidas de higiene visual, nos van a permitir garantizar la salud ocular de los más pequeños.

Doctora Idoia Rodríguez Maiztegui, oftalmóloga de las áreas de Estrabismo, Oftalmología pediátrica y Neurooftalmología del Centro de Oftalmología Barraquer.

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