08/04/2019

Nacido en Barcelona en 1948, el doctor Eduard Estivill es un médico muy conocido como experto en trastornos del sueño. Autor de numerosas publicaciones, también presenta una faceta artística con el grupo musical Falsterbo.

Muy joven obtuvo una beca para estudiar en los Estados Unidos, donde entró en contacto con el movimiento hippy y la música folk. ¿Fue esa estancia la que le hizo iniciar su faceta musical con el grupo Falsterbo? ¿Cómo recuerda aquella época?

En el año 66 mis padres pensaron que era importante que pudiera aprender inglés. Yo no sabía ni una sola palabra (de hecho en la escuela sólo estudiábamos francés), y mis padres no tenían recursos.

Entonces, la única manera que tenían para que yo pudiera aprender inglés era conseguir una beca en algún sitio. Y a partir de las gestiones para conseguir esta beca, me enviaron a un pequeño pueblo de la costa de California.

Allí estuve casi dos años, siguiendo los cursos del Highschool y los primeros del College… y allí es donde aprendí todo este tipo de música como hobby.

Yo me integré totalmente en la sociedad americana, y aprendí evidentemente el inglés, que después me ha servido muchísimo para mi vida profesional.

Lógicamente, cuando volví, a finales del 67, en España casi ningún joven de mi edad hablaba inglés como lo hablaba yo. Había muy pocos, y esto me abrió muchas puertas, primero para mi hobby, que era la música; traduje canciones junto con otros compañeros, y hasta el día de hoy las seguimos cantando.

El inglés también me sirvió mucho para mi carrera, para poder hacer presentaciones en todos los países de habla inglesa… me ha abierto muchas puertas.

¿Por qué decidió estudiar Medicina? ¿Hubo alguna influencia familiar en esta decisión?

Ninguna. Fue, básicamente, porque cuando yo volví de Estados Unidos, estaba en contacto con un grupo de boyscouts que ayudábamos a una escuela de niños con parálisis cerebral.

Yo viví aquellos momentos con la ilusión de un joven de 18 o 19 años, y pensé que podría estudiar medicina y concretamente hacer neuropediatría, porque veía las necesidades de estas personas… y así tomé la decisión. Estudié medicina y después hice esta especialidad.

Para hacer la especialidad de neuropediatría, primero tuve que hacer la de pediatría en el hospital Vall d’Hebron, y después la de neurofisiología, en la que hacíamos sobre todo encefalogramas a niños.

Esto liga con el porqué me dediqué luego al sueño. En el hospital, mientras hacía las pruebas a los niños, a los recién nacidos y niños muy pequeñitos… estas pruebas, los encefalogramas, para que salgan bien, los niños han de estar quietos; no se puede hacer esta prueba con el niño moviéndose, igual que no se puede hacer un electrocardiograma con alguien moviéndose.

Entonces lo que hacíamos (porque me lo enseñaron las enfermeras) era cantarles todo tipo de canciones y esperar a que los niños se durmieran, porque no le podíamos dar fármacos para que se durmieran.

Ahí empezó mi interés por el sueño. Aprendí algunos patrones del sueño de los recién nacidos, hice publicaciones, pude ir a París a estudiar también el sueño de recién nacidos con grandes especialistas.

La especialidad de pediatría y neurofisiología en el Vall d’Hebron duró ocho años, y después ya gané la plaza de adjunto en San Juan de Dios. Allí entré en el servicio de neuropediatría, llevando básicamente la sección de epilepsia, sueño y la encefalografía.

Luego tuve la oportunidad de viajar de nuevo a Estados Unidos a un centro muy importante en temas de sueño que era el Henry Ford Hospital. En aquellos momentos me decidí a dejar el hospital y a dedicarme básicamente a la medicina del sueño.

Cuando volví puse en marcha una unidad y tuve la suerte de ser pionero en el tema… en aquel momento unidades privadas no existía ninguna, y fuimos los primeros en empezar todo este tipo de trabajo que después ha resultado muy gratificante sobre todo para las personas que hemos trabajado en él, porque es una especialidad con la que podemos ayudar muchísimo a la gente.

¿Cómo es su día a día? ¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?

Tengo mucho entusiasmo en lo que hago, con la medicina del sueño podemos tratar una gran cantidad de alteraciones... Pero esto también lo combino con mis hobbies, a mí me gusta mucho el deporte, e intento cada día ir a mi club, que es el Barcino.

Allí o bien juego a tenis, o hago gimnasia… también juego a golf de vez en cuando, un día a la semana alguna clase, y lo compagino también con la guitarra, la música y las canciones.

Es decir, hago muchas cosas… ahora en este momento —ya tengo 70 años— reparto un poco las actividades, dedico lunes y martes a la visita médica y el resto de días combino todas estas actividades que te he dicho con otras profesionales, como son escribir artículos, contestar entrevistas, hacer estudios científicos…

Tenemos también una fundación, Fundación Estivill Sueño, y allí estamos haciendo cosas muy interesantes con respecto al sueño de los deportistas, y todo esto llena mi vida y además con mucha alegría.

¿Existe alguna relación entre las patologías del sueño y las patologías del ojo?

Hoy en día sabemos que existen muchas patologías que tienen relación con el sueño. Y hace mucho tiempo que aprendimos que, por ejemplo, problemas cardíacos tienen que ver con una mala respiración durante la noche (las apneas).

Pero recientemente, hicimos un trabajo muy interesante con el doctor Javier Elizalde… Hace años sí nos dieron un premio sobre lo que se llama el síndrome de hiperlaxitud palpebral, que es una alteración que vemos en los párpados de las personas cuando roncan, hacen apneas, entonces hay una fricción de este párpado con el movimiento del ronquido, y esto provoca esta alteración.

También hemos hecho aportaciones con la doctora Canut relacionando el glaucoma con las alteraciones del sueño. Se ha visto, concretamente en las personas que tienen apneas, que, como les falta oxígeno —porque una de las consecuencias de las apneas es que no entra suficiente oxígeno a nuestro cerebro—, algunas estructuras del cerebro, como puede ser el ojo, pueden sufrir una hipoxia, una falta de oxigenación en este ojo, y puede causar, o tiene que ver con la patología del glaucoma. Y esto es algo que está también por estudiar, tenemos pendientes algunas investigaciones que pueden ser interesantes en los próximos tiempos.

Colaboró con la Fundación Barraquer en una expedición a África. ¿Qué destacaría de su experiencia?

Esto fue algo realmente gratificante. Fue a través de uno de los médicos, Gorka Martínez Grau, que me invitó a participar en esta expedición como pediatra.

Íbamos a Malawi a trabajar, ellos ya tenían la rutina de realizar mediciones y, sobre todo, visitar a los niños con problemas oculares para hacer diagnósticos, y explorarlos para evaluar si  si había alteraciones como patologías de la retina, o simplemente miopías, astigmatismos o hipermetropías.

Estas situaciones te hacen poner los pies en el suelo, piensas que tú aquí estás en un mundo donde todo es muy sencillo, la gente come, la gente se desplaza, la gente se quiere…

Allí también se quieren, pero comen poco y se desplazan mal. El 50 % de los niños que nacen  mueren antes de los 5 años. Esto es terrible, además muchos están infectados o bien por la malaria o por el sida, con lo cual el impacto es mayor, y valoras al volver mucho más lo que tienes; pero te crea un trauma.

Yo pasé un mal momento cuando volví, porque pensé ¿qué haces en este mundo visitando gente que lo tiene todo mientras se están muriendo niños de hambre en aquellos países? Es duro volver, porque te implicas tanto cuando estás allí —al menos yo lo hice—, que esta sensación de saber que eres un privilegiado y que no lo valoras, te hace reflexionar mucho sobre la vida.

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